Tercera cultura y política [1]

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[ Fri. Aug. 24. 2007 ]

En octubre del 2005 se celebró Kosmopolis, el Festival Internacional de Literatura de Barcelona, como parte de un programa global que iba desde Cervantes y el origen del libro, hasta la influencia del internet en la literatura actual y desde la aparición de la "tercera cultura" hasta los conceptos que sitúan a su producción literaria como el centro de la creatividad mundial.

Desde 1963, C.P. Snow señalaba que los intelectuales de letras se tendrían que comunicar con los científicos, pero lo que ahora sucede es que los científicos se están comunicando directamente con el público. Los pensadores de la tercera cultura tienden a prescindir de intermediarios y procuran expresar sus reflexiones más profundas de una manera accesible para cualquier lector.

Esto significa que la participación de la tercera cultura es inminente en el mundo actual, tal como lo pronosticó desde 1992 John Brockman en "The Emerging Third Culture", donde la identificaba como la nueva visión de los científicos y pensadores del mundo empírico, expresada en sus escritos expositivos que ahora ocupan el lugar de los intelectuales tradicionales, al hacer visibles los significados más profundos de la vida humana y redefinir su origen y su destino.

Durante los últimos años, la vida intelectual ha cambiado y los conceptos de la modernidad ya no son suficientes para el intelectual finisecular o del siglo 21. Esa cultura fósil va siendo sustituida por la tercera cultura. Hoy existen nuevas formas de entender los sistemas físicos que ponen en duda casi todas las bases de la cultura moderna.

De la tercera cultura está surgiendo una nueva filosofía naturalista, sustentada en la comprensión de la complejidad de la evolución. Los sistemas complejos, como el cerebro, la biósfera y el universo, no se construyeron siguiendo un diseño, sino que todos han evolucionado. Estos científicos han elaborado una serie de metáforas que describen su funcionamiento y su interacción con el ser humano.

Si se desean superar algunos de los grandes problemas socioculturales y ético-políticos del mundo actual, la nueva clase política tendrá que recurrir a la información de los nuevos científicos que han hecho una reinterpretación de la biología, la genética, la ecología, la física nuclear, la etología, la neurología y la termodinámica.

Para orientarse en los debates ecológicos, sobre el uso de las energías disponibles y desde el punto de vista de la sustentabilidad, ayuda mucho la idea de la entropía descrita por Nicolás Georgescu-Roegen y Barry Commoner. Para entender a la ética ambientalista no antropocéntrica sirve mucho la comprensión de la teoría sintética de la evolución de S.J. Gould. Para justificar la defensa de la biodiversidad y de la igualdad social ayuda comprender la genética y la biología molecular de Dobzhansky, y para combatir el racismo y la xenofobia conviene conocer los trabajos de genética de poblaciones de Cavalli Sforza y de Jared Diamond.

Se podría concluir que la nueva cultura científica es parte esencial de la cultura en general y desdeñarla equivaldría a renunciar al más profundo sentido de la política, definida como la participación activa de la ciudadanía en los asuntos de la "polis". Pero, por otra parte, es necesario comprender que la ciencia por sí misma no genera conciencia ético-política y las ciencias de la naturaleza y de la vida no enseñan cómo llevar la teoría personal a la decisión de actuar en beneficio de toda la comunidad.

Decía el genetista francés Albert Jacquard que gracias a la biología podía demostrar que el concepto de raza no se puede definir de una manera científica, por lo que el racismo debiera desaparecer. No obstante, su trabajo político no concluía, ya que aun cuando no hubiera razas, el racismo persiste.

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